El niño emprende una etapa en la cual ya camina y puede hablar. Donde antes de decir NO! MÍO! Comienza a decir “Yo, yo quiero”,” yo solito”, “yo tengo”, “yo voy“, etc.
A través de esta expresión el niño demuestra que comienza a desarrollar una capacidad de elección, de querer algo. Tiene un objetivo y se propone (de manera involuntaria e impulsiva) lograr ese objetivo, pudiendo ser un juguete, el uso de un celular o abrir la heladera por curiosidad.
Aquí sus “berrinches” pasan a tomar otro color.
La exploración aquí toma el mando y la magia ocurre. El niño se muestra que todo lo que observa le brinda cierta curiosidad. El niño comienza a querer tocar, chupar, explorar y a partir de esta etapa con mayor conciencia de sí mismo, de sus posibilidades, de los adultos que los rodean y sus pares.
¿Elegir o decidir?
A esta edad todavía podemos vislumbrar que todo lo que percibe el niño, cree que puede poseerlo y le pertenecen. Comienzan sus primeras “decisiones”. Pero aquí es donde deberemos actuar como adultos. Ellos creen tener esa capacidad , pero somos nosotros los adultos, los responsables de esa “decisión”, que en este caso viene a ser una elección.
Pues cuando nosotros (adultos) decidimos, somos responsables de las consecuencias.
Aquí el niño elige no decide (está aprendiendo) y nosotros otorgamos el permiso, tomando una decisión acorde a las consecuencias. Los únicos responsables de lo que nuestro hijo elige somos los adultos que decidimos por él.
Mama (37 años) –“le dije a Juan (4 años) que no comiera helado con la ropa limpia, ahora se ensució todo! Y de penitencia no va ir al cumpleaños de su vecino Nicolás, esta todo sucio y yo no lo voy a cambiar”.
En este relato, Juan eligió el helado, la mama decidió y accedió (después de que Juan insistió tanto, lloro y pataleo).
¿Quién es el responsable de la ropa sucia? ¿Comprende un niño que por hacer algo que le gusta y complace, se queda sin ir al cumpleaños? ¿puede un niño pequeño evitar ensuciarse?
Aquí la mama evitó el “berrinche”, por el helado al entregárselo, pero genero otro “berrinche” incomprensible y con mayor angustia, de no poder asistir al cumpleaños. En la peor de las ocasiones esta mamá estrega otro helado al niño, para calmarlo por el segundo “berrinche”. El niño aquí solo aprende que a nadie le importa su angustia o enojo, en efecto lo enmiendo con comida.
Por estas situaciones repetidas en distintas oportunidades es que los niños van generando y acumulando sentimientos de rencor y dolor, o peor, de manipulación y chantaje (toma el helado, cállate ya!)
Luego esto se traslada directamente, cuando algo “parecido” le hacen al compañerito de jardín, en el caso de Juan: le va pegar a un compañerito la patada que no le pudo pegar a su mama cuando no lo llevo al cumpleaños. El rencor queda atrapado y Juan siente la necesidad liberarlo.
El niño a través de estas situaciones va conformando su personalidad, lo que quiere, anhela, le gusta o no le gusta, en sí mismo organiza la estructura o el sendero por el que caminará. Es por ello que necesita de adultos que puedan dar estructura y decidan por ellos o con ellos.
¿Porque toco este tema de elección, decisión y responsabilidad al hablar de berrinches?
Pues debemos estar bien presentes a la hora de criar, educar, acompañar.
En el artículo guía para pasar del berrinche a la frustración comprendida y acompañada, podrán realizar una serie de preguntas guías para ver cómo y desde dónde eligen educar y acompañar.
El “berrinche” tiene etapas claras que al conocerlas podemos identificar cuándo y de qué manera intervenir como adultos.
Si vemos nuestra propia vida de adultos también tenemos “berrinches”, enojos, frustraciones, son la expresión de una necesidad no satisfecha, por ejemplo, un aumento de sueldo, un auto mas nuevo, una diferencia de opinión con otro adulto y el querer “tener razón”.
Claramente el niño lo expresa de una manera distinta, ya que no podemos como adultos tirarnos al piso a llorar o romper un vidrio de una patada o gritar de manera molesta para los demás.